Imagina que estás caminando por un bosque denso y misterioso. La niebla se cierne a tu alrededor, tan espesa que apenas puedes ver más allá de tus propias manos.
De repente, sientes el peso de una mochila sobre tus hombros, una mochila que no recuerdas haber cargado al empezar tu viaje.
Con cada paso que das, esa mochila parece volverse más pesada, tirando de ti hacia abajo, haciéndote más difícil avanzar.
Te detienes, intentas comprender qué contiene esa mochila, pero la niebla de tu mente te lo impide.
Esa mochila, cargada de preocupaciones y miedos, es una metáfora de la ansiedad que muchos de nosotros llevamos día tras día sin saber cómo aligerar la carga.
Porque la ansiedad no solo se manifiesta en nuestras mentes, creando historias de temor y preocupación, sino también en nuestro cuerpo, enviando señales de que algo no anda bien.
Y en este artículo, vamos a desentrañar un aspecto muy concreto del concepto ansiedad: los síntomas físicos.
Porque, al final del día, todos merecemos sentirnos ligeros y libres para disfrutar de cada momento plenamente.
¿Qué es la ansiedad y por qué debería importarte?
La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante lo que percibe como amenazas, ayudándonos a estar alerta y a salvo.
Sin embargo, cuando este mecanismo de defensa se activa demasiado a menudo o en momentos inapropiados, empieza a ser un problema.
Síntomas comunes de la ansiedad
Sensación de asfixia o dificultad para respirar. Como si un elefante imaginario estuviera sentado en tu pecho.
Taquicardia. Tu corazón late muy fuerte y muy rápido.
Sudoración excesiva. Aunque no estés haciendo ejercicio ni haga calor.
Mareos o sensación de desvanecimiento. Como si el mundo girara sin tu permiso.
Síntomas digestivos. Como náuseas, diarrea o estreñimiento.
Migrañas. Que son dolores de cabeza intensos que parecen no tener una causa física directa pero que se intensifican en periodos de alta ansiedad, limitando tu capacidad para funcionar normalmente.
Dolor crónico. Como dolores en distintas partes del cuerpo, por ejemplo la espalda, el cuello o los hombros.
¿Por qué sucede todo esto?
Cuando nuestro cuerpo percibe una amenaza, prepara todos los sistemas para huir o luchar.
Este estado de alerta es lo que provoca los síntomas físicos.
Pero, ¿qué pasa si el «peligro» no es real o está magnificado por nuestra mente? Ahí es donde la ansiedad se convierte en un intruso, no en un aliado.
A largo plazo… ¿Qué pasa si no atiendes tu ansiedad?
No deberías ignorar estos síntomas o esperar que desaparezcan por sí solos.
Lo normal es que el problema solo empeore, afectando tanto a tu salud física como a tu bienestar emocional y tu calidad de vida.
Algunas consecuencias a largo plazo son:
Problemas de salud crónicos, como enfermedades cardíacas o diabetes.
Dificultades para dormir, que te dejan agotado durante el día.
Problemas de concentración, afectando tu trabajo o estudios.
Relaciones tensas, ya que estar en constante estado de ansiedad hace que sea difícil mantener relaciones saludables.
Con trabajo en equipo podemos controlar los síntomas físicos de tu ansiedad y aprender a controlarla
Ahora te invito a cambiar la narrativa de tu vida.
Como al principio del artículo donde imaginamos un escenario de ansiedad, ahora imagina algo distinto. Imagina que aprendes a dialogar con ese amigo ansioso, entendiendo cuándo realmente necesitas escucharlo y cuándo está siendo un poco exagerado.
Y, por supuesto, no tienes que aprender a hacerlo solo. En mi servicio de psicología presencial u online, aprenderás a entender y manejar tu ansiedad.
Con herramientas prácticas, apoyo emocional y un objetivo en mente trabajado conjuntamente:
⇒ Conseguir que la ansiedad sea una parte de ti, pero nunca defina quién eres ni llegue a provocar síntomas físicos que te incapaciten para vivir.
¿Listo para volver a tomar el control de tu vida?